«Le pido que haga todo lo posible por mantener con vida a mi marido un poco más». Ese 20 de abril fue la última vez que mi hija tocó su diario. Dejó de escribir joven. Todavía, treinta años después, contiene la respiración cuando le saludan con un «hola, chata, ¿cómo estás?» para, pasado el estribillo, preguntarle «¿qué tal te va con el tío ese?».