Tu voz de caramelo líquido.
Una distinción a lo Audrey Hepburn.
El gusto labrado.
El intelecto inquieto.
La gracia de tu meñique torcido.
El envejecimiento lento de tus mejillas.
La garra para decirme adiós
cuando tocaba decírmelo.
Fue lo mejor,
aunque, a veces, no puedo evitarlo,
en fin.