―Ni te lo creerás, pero hoy voy a la consulta y, agárrate, resulta que estoy muerto.
―Claro.
―¿Eh?
―Eso no es de ahora, cariño. Yo ya te conocí así.
―¿Pero tú también? Ahora me saldrás con las leyes de la medicina y de la muerte.
―No sé de qué me hablas, cariño. A ver. Tiene que ver con la atracción sexual y que yo empecé con la necromancia para acabar necrófila perdida.
―¿Pero qué cojones?
―Veamos. ¿Acaso no asegurabas que te morías por mis huesos? Pues nunca mejor dicho.