Conchi recorre la cortina. Abre la ventana. En la rejilla, dos cuerdas. Conchi coge la más corta. Se la ata a modo de pulsera. Antes de dejar la habitación, echa la persiana. En el pasillo, silencio. En la cocina, nieva sobre nevado, la radio alerta de nuevas nevadas. Paco baja el volumen.
—Estoy preparando unos macarrones. Son a la carbonara.
—No me apetecen.
—Te vas a poner mala. ¿Prefieres otra cosa?
—No te preocupes —Conchi mira la hora—. Me voy ya. En un rato empieza mi turno.
—No vayas a trabajar sin comer. Así no vas a conseguir nada.
—¿Conseguir qué? —Conchi alza la voz y Paco no puede mantenerle la mirada.