Del pavimento rosa brota un olorcillo a dueños despreocupados por los excrementos de sus perros. Irene se para frente al escaparate de una tienda de juguetes y, mientras observa un trenecito con un cordón que sale de su locomotora, fantasea con convertirse en una Ratoncita Pérez, en una Reina Maga. Unos pasos en diagonal, cruzando la calle, un pub famoso por sus cócteles y a tiro de piedra, en un quinto piso, Miguel vive con sus padres, todavía con sus padres. Irene no está para cócteles, pero necesita un tequila antes de besar a su chico y, en especial, pero que en especial, antes de saludar a sus —quién sabe si— futuros suegros. Irene mira el móvil para, sin ningún asombro, comprobar que llega tarde. Con todo, desatiende la hora y entra al pub.
—¿Pero dónde estará esta chica?
—Mamá, tranquila, no seas agonías. Irene posiblemente haya perdido el autobús.
—¿El autobús? ¡No! Esta chica lo que ha perdido es un tornillo. No sé qué ves en ella. No sé por qué sales con ella. ¡De verdad que no lo sé!
—No empieces —Miguel resopla —. Es algo más que salir.
—¡No empiezo! Continúo. No es la primera vez que te lo digo y si sigues así, no será la última. Eres mi hijo y te tengo que aconsejar. ¡Faltaría más!
—No la aguantas y, sin embargo, te preocupa que se retrase.
—Es su manera de llamar la atención. Siempre dando la nota. ¡Si lo sabré yo! En muchas cosas, Irene es como tu padre. Luego te casas y toda la vida detrás. ¡Ya ves!
—A mí no me metáis —Diego, el padre de Miguel, aparta los ojos de la televisión—, que ni pincho ni corto.
—Te ha metido mamá.
—Carmen, cariño, te sobra razón, pero deja al niño en paz.
—El niño ya tiene veintinueve años.
—Por eso mismo —al unísono, pero desacompasados, padre e hijo.
—No, por eso no, que es lo mismo sólo para lo que queremos. Luego lávale la ropa. Luego prepárale la comida. Luego límpiale el cuarto. ¡Luego, luego todo!
—Bueno —Diego se levanta—, voy a echarme el cafelín abajo.
—Eso, escápate —Carmen hace aspavientos con los brazos—. Lo que yo diga, igualito a Irene. ¡Calcado! Por lo menos, haz el favor, llévate a Botas.
Diego hace caso omiso y se va al pub.
—Espera —interviene Miguel—, voy a enviarle un WhatsApp a Irene.