—El inglés, y yo no debería ni pensarlo, es un alemán macarrónico, no como el castellano respecto al latín, sino como esos vulgarismos incontables que lo forman.
—¡Pero, pero, pero! ¿Has cambiado de chaqueta?
—Ahora que lo preguntas —Irene se encoge de brazos—, ahora que… pues yo, mira, no sabría decirte. Empecemos, ¿qué chaqueta llevé de forma fiel?
—Tu deformación profesional brilla por su ausencia. ¡Date bombo, quiérete!
—Ahora que lo sacas, nunca he sido profesional en nada. En Alemania, piqué aquí y allá. Antes, nada. El inglés me empapó, me caló hasta el alma, pero como lluvia de verano.
—¡Lluvias de verano! Anda —Patricia sonríe—, no seas tonta.
Me gusta ¿sigue?
Me gustaMe gusta
No, no lo continué. Al crear el blog, busqué qué escritos tenía guardados, también los más olvidados; este era uno de esos. No recuerdo bien, pero tiene pinta de que jugaba a practicar diálogos.
Me gustaLe gusta a 1 persona