Escupió sin prestar atención a la sangre que enturbiaba su saliva. Se levantó. Recibió un par de ganchos y un tercero. Ante el siguiente golpe, pisó la lona. Luego cambié de canal. Jamás supe cómo acabó aquella jornada en la Bolsa de Nueva York.
© Miguel Ángel Fernández Lancha, 2020.
Escupió sin prestar atención a la sangre que enturbiaba su saliva. Se levantó. Recibió un par de ganchos y un tercero. Ante el siguiente golpe, pisó la lona. Luego cambié de canal. Jamás supe cómo acabó aquella jornada en la Bolsa de Nueva York.