Aquel día Uglu Virtanen leía en el periódico su propia esquela. ¿Había fallecido? Eso parecía. Rápido se recompuso. Con determinación, decidió aprovechar su muerte para reorganizar su vida. Encuadernó sus vivencias por dificultad como si fueran crucigramas por resolver. Avanzó poco a poco en su resolución. Cuando ya no tuvo con qué matar el tiempo, se cuestionó si su ausencia era real. Debe serlo, zanjó. Debe serlo.