Las arrugas con unos cafés
tras un «cómo no acordarme»
en el cruce de aquel muro y este «todavía».
Las arrugas con unas sin alcohol
durante una nueva promesa
repleta de «ya verás».
Las arrugas por sonreír
con otro «recuerda lo que te presté»
y con un «recuerda que te devolví todo».
Las arrugas por este paseo tardío
porque «siempre quise vivir así»
en el mundillo de «sigo sin saber qué quiero».